Me llevo muy lindos recuerdos de mi tierra, mi familia y las cositas pequeñas que hacen de la vida algo vivible y no una rutina de mierda que cuando te das cuenta tienes 80 años y tu vida se te paso. Me llevo grabado el olor de los jacarandás de Villa Alemana, las arrugas de la abuelita que vende ensaladas en bolsitas a la salida de un supermercado en Valparaiso, el perfume del cuello de mi madre al abrazarla, la arena de la playa amarilla en Con-Con, la vista a los pies de la arruinada iglesia al costado de mi facultad en Valpo y el sabor del vino... ahh! que manjar(sss) :)
Soy tremendamente nostalgico y pasando por el paradero de trenes donde conocí a la madre de mis hijas, escribí esto que quiero regalarles.
La vida es linda muchachos, a pesar que la quieran pintar mala.Ahora que estoy pensando en ello, me resulta tan fácil de recordarlo.
Estábamos completamente mojados, llovía copiosamente en Valparaiso aunque no hacia frio. Era de noche y yo podía sentir las gotas de lluvia combinadas con mi sudor deslizándose hasta mi boca. El paradero de buses donde hicimos un breve descanso, era un pobre refugio para el vendaval de agua que se cernía sobre nosotros. Ella volvía del trabajo, yo lo hacía de la universidad, nos juntamos y caminamos juntos hasta la estación de trenes. Apurábamos el paso, pero nos tomamos firmemente de la mano mientras caminábamos y hablábamos de nuestras respectivas jornadas. A mí me fascinaba verle caminar a mi lado tan bella, tan alegre, la lluvia, su pelo mojado, sus ojos dorados, su falda ceñida.
El olor a tierra mojada, el perfume de las flores azotadas por la lluvia combinado con el perfume de ella y el sinfín de sonidos propios de una calle llena de gente volviendo a sus casas, producía una suerte de alegoría de sensaciones que aún me intoxican al rememorarlos. Los dos estábamos allí, en aquella parada de buses mirando al cielo y escuchando el furioso ruido de la lluvia contra el desdichado techito de aquel refugio, pero mis cavilaciones me llevaban lejos, concebía una idea que me parecía tan natural en ese instante, si ella fuera el relámpago, yo debería ser el trueno. Si yo fuese la lluvia, ella podría ser el barro. Si ella era mujer, yo era definitivamente su hombre.
Llegamos empapados, por un segundo ella dudo al invitarme a pasar, nos sacamos la ropa mojada, nos miramos un poco avergonzados y yo bebí agua de lluvia de su piel por primera vez.
Ese año en Valparaiso, fue el más lluvioso de mi vida.
un abrazo
Jakko